¡FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO NUEVO!
Ya próximas las Navidades queremos felicitar a todos nuestros amigos, comunidades y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que pasen por aquí.
Hoy nos nace un Niño, príncipe de la paz, Dios guerrero... Dios con nosotros y estamos alegres, más que alegres... ¡felices!
Seguro que hoy estaremos unidos a Jesús Eucaristía, esperando y recordando su llegada, aquí una hermosa carta que me llegó como para reflexionar esta noche Santa:
MI CARTA AL NIÑO DIOS
Querido Niño Jesús:
Te tengo aquí presente en este rato de adoración. Pienso en ti y te pienso. Sí, parece lo mismo pero en realidad no lo es. Muchas veces pienso en ti, me acuerdo de ti, pero no te pienso.
Es como decir que falta algo de camino para que de mi mente llegues a
mi corazón. Bueno, en realidad estoy enamorado de ti, pero mucho menos
de lo que tú lo estás de mí. Y ese es el camino que quiero recorrer. En
el fondo tú ya estás en mi corazón y yo, quizás ni siquiera he llegado
al mío porque me falta tanto amor.
Te agradezco
Hoy
quiero agradecerte este esfuerzo de salir de tu cielo para venir a
nuestra tierra, a mi tierra de cada día. Tanto tiempo peregrino en busca
de la Tierra Prometida y ahora en ti descubro esa promesa, ese amor,
esa ternura: Dios con nosotros, Dios conmigo, Dios para mí, en una
cueva, en Belén.
Te
tengo en la Eucaristía. Te miro y me miras. No sé quién tiene más
admiración, si yo de ti o tú de mí. Me amas y te amo. Naciste ya hecho
Eucaristía, hecho pan para comerte, tanta fue tu ternura. Naciste en
Belén, que quiere decir “Casa del Pan”. Y con razón María te quería
comer a besos. Eucaristía anticipada por aquella que te dio la vida.
¿Qué me dices, qué te digo?
Esto
es lo que me dices hoy: hay que dar la vida, hacerse alimento para los
demás. Cada día dejarse comer, ser Eucaristía para los hombres mis
hermanos, tus hermanos. En la cueva donde naciste encuentro el ejemplo
para lograrlo: la humildad del lugar, el silencio de la noche, la
pobreza que elegiste y la mejor compañía: María y José. ¡Qué bien se
está aquí contigo! Es una auténtica transfiguración: tu gloria se dibuja
en tu pequeñez, tu amor en la sencillez y tu fuerza en tu debilidad.
Tres virtudes que deben resonar en mi vida, pero la verdad, ¡qué pronto
se me olvidan!
Por
eso quiero mirarte y aprender de ti como un espejo de amor. Que tu
sonrisa me haga sonreír. Que tu sueño me dé paz, que tu silencio me haga
aprender a escuchar.
Quiero
adelantarme a los pastores y a los Reyes Magos. Quiero llegar aquí cada
mañana el primero. Suena egoísta, pero es que necesito verte, tocarte,
olerte y besarte. Eres carne de mi carne, uno como yo, ¡eres real!
Quiero que esta experiencia me acompañe durante el día. ¡He tocado, he
visto, he abrazado el Verbo de Dios! ¡Ha dormido en mis brazos y ha
llorado junto a mí y por mí!
Ser
consuelo de tu corazón es mi mayor deseo. Verte dormir mi mayor paz.
Ojalá pudiese vivir mi sacerdocio consolándote y diciéndote: “descansa,
ahora me toca a mí”. Pero en el fondo, sé que tu corazón siempre está
velando y soy yo el que es cuidado por ti. Al menos déjame intentarlo,
déjame ser consuelo para tu corazón.
¿Qué te puedo regalar?
Con
la emoción de verte entre nosotros, Jesús, no te he traído un regalo.
¡Qué despiste! Otros llegarán al rato con regalos preciosos del lejano
oriente o con humildes ofrendas de pastor. Y yo, ¿qué te puedo regalar?
Mi vida es tuya, ya lo sabes. Te la entregué hace más de 20 años. Soy
pobre, aunque no tanto como Tú. Algo debe quedarme, seguramente mi
corazón te puede ofrecer un mayor amor, un esfuerzo más delicado en mi
servicio, un desprendimiento más generoso cada día para encontrarme
contigo, superando cansancio, tristeza, miedos y apegos. Sí, creo que
este será mi regalo, te dejaré aquí mi corazón para que te dé calor, te
consuele, te entretenga y te alegre. Así cada día tendré que volver
temprano en la mañana para alimentarme de tu amor, de tu mirada y de tu
bondad. Con tu corazón en el mío caminaré más rápido, haré más bien al
mundo, me amaré mejor y amaré a más personas.
Nos unimos en la Eucaristía
La
Eucaristía que celebro cada día será nuestro encuentro, nuestro regalo,
nuestro alimento y nuestro recuerdo. Nos uniremos y ya no tendremos dos
corazones, sino que el mío se fundirá en el tuyo, mi voluntad en la
tuya, mi mirada en la de tus ojos, mi ternura en la de tu amor.
Belén,
casa del Pan, cueva silenciosa del milagro de Dios entre los hombres.
Eucaristía anticipada hecha vida, ternura y gozo. En tu humilde morada
dejo mi corazón en el pesebre.
Despedida
Me
retiro antes de que lleguen los pastores. Me voy sin mi corazón pero sí
con el tuyo. ¡Qué gran regalo he recibido a cambio de lo poco que te
dejo! Tu amor en mi pecho y el mío en tu pesebre. Descansa, duerme
tranquilo. Mañana regreso de nuevo. Tu sacerdote por siempre,
P. Guillermo Serra, L.C.
Comentarios
Publicar un comentario